jueves, 31 de julio de 2008

Las fragas del Eume

Llevábamos tiempo queriendo conocer esta zona del norte-noroeste de Galicia, muy cerca de A Coruña, sabíamos que era toda una demostración de lo que es capaz la naturaleza, si se la deja en paz: las Fragas do Eume.
El Parque Natural ocupa una extensión de más de 9 mil hectáreas de las que unas 3 mil quinientas son fraga, unas 400 son extensión de agua y el resto pastizales, cultivos y matorral. La combinación de rocas (pizarras, granito o cuarcitas), vegetación (robles, castaños, abedules, alisos, etc.) y fauna (truchas, búhos, martín pescador, tejones, zorros, lobos...) ha ido creando un estupendo entorno de bosque atlántico de los más representativos de la costa europea.
Quizás una descripción exhaustiva la tengamos en geogalicia. Aquí se nos informa, con todo lujo de detalles, del tipo de rocas, fauna y flora características del lugar.



Nuestro recorrido partía de Pontedeume donde habíamos quedado con nuestros guías Ana (Beh) y Javier. Desde esta encantadora población, en la desembocadura del Eume, empezamos ruta acercándonos a las entrañas de las Fragas por el camino que lleva a las oficinas del parque natural (saliendo desde nuestro punto de encuentro sería la AC-144 y, enseguida, a la izquierda la AC-6902). La carretera va en paralelo al río que ha ido labrando las rocas en sus 80 kms de recorrido, desde su nacimiento, en la Serra do Sistral (Lugo). Contemplamos cómo se va cerrando el valle y nos acoge entre sus laderas a medida que nos internamos río arriba.

Una vez dejamos los coches en la entrada (para impedir la excesiva afluencia de vehículos en el corazón de la Fraga no se permiten los fines de semana) o bien caminamos, sin prisas, siguiendo corriente arriba o nos llevan en un pequeño autobús hasta las inmediaciones del monasterio de Caaveiro (unos cinco kilómetros).
No puedo dejar pasar la ocasión de recordar a todo visitante que respete estos lugares. Un mínimo de civismo para con las Fragas y respeto para los pasados, presentes y futuros viajeros. No se permite la acampada libre ni la pernocta con caravanas.
Una vez llegamos al puente que nos separa del monasterio (habremos pasado junto a un par de ellos, colgantes, al acercarnos a este punto), y lo atravesamos, tendremos una subida de unos 200-300 metros hasta el enclave propiamente dicho del famoso cenobio.
¡¡Atención a los horarios de visitas!!. La última hora, por la mañana, son las 13 horas.



Podemos contemplar desde esta altura una magnífica vista de lo que es la fraga en su esplendor porque el famoso monasterio se construyó sobre un saliente en medio de la densa vegetación.
Parece ser que se tienen noticias documentales de San Juan de Caaveiro desde el año 934 por donaciones reales que hace el rey Bermundo. Fue fundado por San Rosendo para reunir a los anacoretas de la zona bajo la orden benedictina. En el siglo XII pasa a ser gobernado por Canónigos Regulares de San Agustín (momento en el que tendrá gran influencia en la zona y pasa a tener posesión de las tierras en las que se construyó) hasta su abandono en el siglo XVIII. Hacia finales del s.XIX la iniciativa privada de un propietario de terrenos en la zona solicita al arzobispado de Santiago de Compostela permiso para restaurar el conjunto. Se reedifican una de las dos iglesias y dos de las casas de los canónigos. Pero nos lo explican mucho mejor en arteguías.
Merece la pena seguir la senda que nos encontramos a nuestra derecha, rodeando la casa en restauración, para llegar a la zona donde tenían el molino y un puente, todo ello inmerso en el manto vegetal.






Se nos echó encima la hora de comer y volviendo sobre nuestros pasos hasta Pontedeume continuamos hacia nuestra siguiente cita con el Monasterio de Monfero. De camino hicimos parada y fonda (teníamos mesa reservada, gracias a nuestros impagables anfitriones, aunque pudimos comprobar que ese día no había problema) comiendo en una de las calificadas como Cantinas del Eume, concretamente la que se llama Cantina Capellán, en la confluencia entre la AC-144 y la AC-151, en Gaspalledo.

Después de dar buena cuenta de la estupenda "despensa" (sin gluten, claro) que nos ofrecieron y de una sobremesa relajada era tiempo de acercarnos, dentro del término municipal de Monfero, a su célebre monasterio.
Sus orígenes parecen relacionarle con la inquietud del rey de Galicia, Bermudo II en el siglo X, por organizar en esta zona la vida monacal. El que inicialmente sería el primitivo cenobio fue destruído por las invasiones normandas y no es hasta el siglo XII cuando se impulsa una nueva edificación.Bajo la orden benedictina comienza su época de esplendor. Las disputas entre nobles y clero empujan a esta comunidad a diversos litigios con los Ares de Pardo y los Andrade cayendo en tiempos difíciles de los que resurge en la época de los Reyes Católicos para, de nuevo, volver a construir las dependencias y la iglesia. Con la llegada de la desamortización en el siglo XIX llega su abandono. Ya en 1941 es declarado monumento Histórico Artístico.



Moviéndonos por las inmediaciones vemos lo que debió ser la entrada a este particular lugar. La bonita perspectiva nos muestra, en primer término, un crucero, la entrada en arco y, tras ella, una primera visión del conjunto con el cementerio y la iglesia a la izquierda y, de frente, los restos del monasterio. Llama poderosamente la atención la fachada de la iglesia con una alternancia de pizarra y granito formando un ajedrezado muy singular a lo que se añaden columnas de estilo corintio. Respecto a lo que fueron las dependencias del monasterio poco queda, al menos de la parte que vimos, está todo en ruina y, en algunas zonas, lleno de zarzas.





Para nuestra desilusión, no hubo posibilidad de visitar el interior ya que llegamos tarde, aunque otros viajeros que andaban por allí nos comentaron que, a la hora teórica para ese cometido, no se había presentado ningún guía.
Según algunas fuentes consultadas parece que se quiere restaurar y convertirlo en un hotel ??!!

Volviendo hacia Pontedeume nos acercamos a visitar la Torre de los Andrade (carretera AC-151 y,luego, por la AC-5005). Todo un referente en el conjunto de la desembocadura del Eume vigilando desde su privilegiada posición una amplia zona. Esta circunstancia revela su carácter típicamente estratégico.
Es pequeño y en él destacan, sobretodo, la torre del Homenaje y los restos de lo que fue el foso. Lo que hoy contemplamos es el resultado de varias destrucciones y reconstrucciones a lo largo de los siglos desde que se erigiera por primera vez a mediados del siglo XII. El valido de Enrique II de Trastámara, Fernán Pérez "el Bueno", lo construyó y consiguió estas tierras por ayudar a su rey frente en la guerra contra su hermanastro Pedro I "el Cruel". En el siglo XV fue un relevante puesto defensivo en las guerras irmandiñas sirviendo de prisión para sus jefes. Ha pasado por las manos del conde de Lemos y la casa de Alba. Después de la guerra de la Independencia se procedió a su restauración.



Nuestra siguiente parada nos llevaba a la otra orilla del Eume. Para ello volvimos a tomar la carretera hasta Pontedeume y seguir por la AC-141 hasta Goente para bajar de nuevo al río en la zona del embalse. La carretera sinuosa nos llevó hasta la típica presa con un paisaje muy distinto a uno y otro lado. Resultaba imponente contemplar el valle que todavía "gobernaba" el río frente a la zona embalsada que, al fin y al cabo, fue también Fraga o, si se prefiere, la zona salvaje y la domesticada. El Eume nos mostraba todo su poderío, su fuerza frente a la dura roca que ha ido modelando a lo largo de los siglos.





De vuelta hacia la desembocadura del río hicimos una nueva parada en la antigua central hidroeléctrica de A Ventureira. Para ello, hay que retomar la AC-141 y en As Neves volver al cauce. Podemos observar aquí como se las apañaban para conseguir energía a partir de la fuerza del río o de uno de sus muchos afluentes que llega con muchas ganas de trabajar dado el desnivel tan pronunciado que salva en pocos metros.



El día había sido largo y nos quedaba ánimo para, una vez en Pontedeume, callejear por su típica zona de tapas (como no, en su casco viejo) y, ya hambrientos, degustar un pulpo a feira y una estupenda tortilla de patatas enorme que nos hicieron en el momento (la espera mereció la pena) en el bar "A raiola" (Rua Real,12).

Si quieres, puedes ver su situación en Google Maps.

sábado, 26 de julio de 2008

Galicia sin gluten: el entorno del Ulla

Cultivar la amistad al calor de una cena-banquete sin gluten , a la que aportamos cada cual una parte, y una queimada nos lleva a plantearnos poco madrugar y mucho disfrutar de tus amigos. No faltaron las anécdotas culinarias o de otra índole, los piropos merecidos a platos y cocineros o el disfrute de un vino en tan grata compañía. Mientras se preparaba el famoso bebedizo gallego se recitó el conxuro imperdonable para toda buena elaboración. Hubo tiempo, entrando en la ancestral magia del fuego que preparaba nuestra bebida espirituosa, para recitar a Rosalía de Castro e introducirnos en las leyendas que nos acompañarían al día siguiente.
Pese a terminar nuestro encuentro mucho más allá de la medianoche, quisimos aprovechar la ocasión para conocer un poco el entorno en el que nos reuníamos, es decir, rincones ya sea de leyenda, nobles, literarios o de pasado oscuro todos unidos de una u otra forma con el río Ulla, pero eso sería después de un reparador sueño en Casa do Cruceiro.

Nuestros anfitriones, Ana (Behbeh) y Javier, nos habían preparado una ambiciosa ruta. Comenzaba por algo tan singular como el Pico Sacro. Entorno a este monte se teje la leyenda de la raiña Lupa (reina Lupa) y su conversión al cristianismo con la llegada del cuerpo del apóstol Santiago a estas tierras gallegas (según se cuenta en el Código Calixtino).
LLegamos al legendario lugar saliendo desde Santiago en dirección a Ourense (Nacional-525) a unos 12 kms llegamos a Lestedo donde cogemos un desvío señalizado y solo nos quedan un par de kms más (hay autobuses que nos llevan desde la capital gallega -empresa Mombús-).También podemos llegar vía senderismo (dificultad moderada y de unos 27kms de recorrido total).



Siguiendo la ruta de la plata llegaríamos a sus cercanías y desde su cumbre se pueden contemplar por primera vez, en días claros, las torres de la famosa catedral compostelana. Incluso se llega a avistar en el filo del horizonte, hacia el oeste, la presencia del atlántico.
El tramo final hasta la cima nos anunciaba el espléndido panorama que se divisaba desde arriba. Coronando la leyenda nos encontrábamos oteando el horizonte ya hacia norte o sur, este u oeste como piratas buscando presa, a la vez, hacíamos equilibrios sobre las rocas y los restos de un torreón medieval que vigilaba la famosa ruta hacia el sepulcro del santo.
Muy cerca, casi llegando a lo más alto, nos encontramos la capilla de San Sebastián de finales del s.IX.



Como habíamos iniciado tarde la ruta, y ya apretaba el calor, llegó precipitadamente la hora de comer. Siguiendo la estela de nuestros guías nos acercamos a "Aldea grande", en Santa Cruz de Ribadulla, un complejo que reúne atracciones para los niños y un muestrario de animales y jardines que ha ido construyendo el dueño, poco a poco, entorno al restaurante en el que ya saben de que va eso de comer sin gluten, gracias a la labor de difusión de nuestros "cicerones".
Vecino de este atractivo lugar es el Pazo de Ortigueira al que nos aproximamos a echar un vistazo, pero teniendo por delante mucho que ver lo dejamos para otra ocasión.
Proseguimos excursión haciendo parada en el Palacio de Oca todo un alarde paisajístico. Una especie de enclave "versallesco" en el corazón de Galicia. Allí nos dejamos llevar por los jardines, fuentes y huertos que, a partir del palacio, crean toda una isla vegetal relajante y tranquila. Al llegar ya observamos la disposición de capilla, palacio y viviendas unifamiliares que denotaban los distintos roles de la época en que se desarrolló este complejo, el siglo XVIII.



Como todo lugar habitado, éste ha tenido toda una serie de reformas hasta el siglo XX. El resultado es una variedad de estilos desde la torre medieval pasando por el renacentista o barroco y acabando en el paisajístico, quizás recordando el estilo que dió Felipe IV a sus Reales Sitios con los juegos acuáticos.



Podemos recorrer los jardines y deleitarnos con uno de los invernaderos posiblemente más antiguos de España, un juego de laberintos vegetal entre el que encontraremos estanques con islas en forma de barcas, la zona de los huertos, todo un paseo por la avenida de los tilos o refrescarnos en el lavadero de finales del siglo XVIII. La visita merece la pena y si es en compañía de tus amigos mejor todavía.





El tiempo pasa con rapidez cuando estás en grata compañía. Disfrutando de esos buenos momentos, seguíamos las sinuosas carreteras (si uno no está acostumbrado acaba mareándose) para hacer una parada junto al Ulla en un paraje que se llama Couto do Couso o Xirimbao.Para llegar hay que salir por la carretera Santiago-A Estrada AC-841 hasta la parroquia de Pontevea y allí tomar hacia Padrón buscando el indicador de Couso. Es una zona de recreo muy popular entre los compostelanos y comarca.Se trata de un coto truchero y salmonero con refugio de pescadores y zona de merendero.
De nuevo, pudimos pasear y disfrutar del verde entorno cruzando el puente colgante que nos permitió cambiar de perspectiva y ver el conjunto desde la otra orilla.





El calor que padecimos durante todo el día y el cansancio iban adueñándose de nuestro ánimo, pero todavía teníamos fuerzas para continuar hasta Padrón para intentar visitar la casa de Rosalía de Castro que nos aguardaba al pie de las vías del tren. Fue una pena que estuviera cerrada, sin embargo, eso nos dió ocasión de pasear por las calles de esta localidad que tiene un casco viejo digno de conocer. Por él nos perdimos hasta hacer un descanso para, como no, saborear los deliciosos y famosos pimientos de Padrón (ya se sabe: unhos pican e outros non).



Ya entrada la noche una brisa fresca marcaba la hora de regresar. Nuestros caminos se separaban. Muchas cosas y otros tantos lugares se quedaban en el tintero. Confiamos en que no sea por mucho tiempo.

Si quieres, puedes ver la ruta en Google Maps.

Este post forma parte del trabajo en equipo que hemos hecho entre vari@s bloggers y amig@s. Gracias a Ana y Víctor, a Ángela y Carlos ,a Beh y Javier ¡¡cómo no!! y a l@s "loc@s bajit@s" que disfrutaron de lo lindo. Si queréis descubrir más sobre Galicia sin gluten, podéis leer los posts que le han dedicado nuestros amig@s en:

CAMINAR SIN GLUTEN: Ames, Santiago, La Guardia y Valença do Minho

INFOCELIAQUÍA: Recuerdos de Galicia

COCINA FÁCIL SIN GLUTEN: Cena entre amigos o xuntanza


viernes, 18 de julio de 2008

Madeira (y III)

De nuevo preparados para otra excursión y guiados por Gaspar (lo solicitamos expresamente a la agencia y, afortunadamente, pudieron concedernos el deseo ya que no estaba contratado en otra ruta) emprendimos viaje hacia norte y oeste de la isla, es decir, lo que nos faltaban por conocer.

Primera parada cercana a Funchal: Cámara de Lobos. Para tener una magnífica perspectiva de lo que es el pueblo subimos a un monte cercano desde el que se divisaba sin ningún impedimento toda la zona (ya tenían, tambien aquí arriba, preparadas las luces de Navidad). Se le dió ese nombre por ser un enclave en el que había una colonia de lobos de mar. Como se puede ver es un lugar encantador con su pequeño puerto pesquero y muy recogido.



Continuamos ruta hacia Ribeira Brava, siguiendo la costa por el suroeste.Su nombre es toda una declaración de lo que puede suceder en estos lugares por el gran caudal de agua que puede llegar a este pueblo durante el invierno. El crecimiento del pueblo ha hecho que optaran por encauzar el río para prevenir posibles inundaciones.



Fue una de las primeras parroquias de la isla fundada en 1440 al descubrir Joao Gonçalves Zarco este río de aguas torrenciales. Nace a unos 327m de altura y discurre durante 8kms. Desde aquí se pueden iniciar rutas de senderismo (siguiendo el valle ya es, de por sí, una buena subida). Hay una estupenda playa de cantos rodados por lo que optaron por situar el puerto al otro lado del promontorio que hay del lado este, excavando un túnel, sobre el que hay un faro. Desde ese puerto hay unas vistas, hacia el este, espectaculares de la costa que cae en vertical sobre las aguas del atlántico.





Iniciamos nuestro "descubrimiento" del norte de la isla y nos dirigimos a Sao Vicente dedicada a la producción de madera, caña de azúcar, lima y vid. Parece que esta zona se empezó a poblar a finales del siglo XV y ha llegado a convertirse en la ciudad más importante del norte de Madeira. La producción vitivinícola condujo a la construcción de importantes fincas en la zona.
Al informarnos sobre los lugares de interés de esta localidad vimos que merecía la pena hacer una visita a las Grutas de Sao Vicente. Estas grutas son de origen volcánico y se originaron hace unos 400.000 años se adentran en la montaña hasta una profundidad de 700 metros e incluyen tres galerías. Desgraciadamente nos enteramos de que estaban cerradas debido a obras para crear un acceso a su entrada.

La carretera, ahora costeando por el norte, nos llevaba hacia Seixal. La construcción de estas carreteras se inició en la década de los años treinta del siglo pasado. Los picapedredos trabajaron la dura roca basáltica para conectar Sao Vicente, Seixal y, ya en el noroeste, Porto Moniz. Hasta hace pocos años eran ruta obligada, pero gracias a los modernos túneles han pasado a ser todo un atractivo escaparate para recorrerlas con toda una panorámica sobre un mar que vemos desde una inquietante vertical.



Poco antes de llegar a Seixal nos encontramos cascadas que prácticamente caen sobre nuestro camino y, todo un toque de singularidad: una caída de agua hasta el mar, que comenzaba sobre la antigua ruta panorámica (en este tramo estaba cerrada en esta época del año por los desprendimientos ocasionados por las lluvias) nos dejó sin palabras. Gaspar nos dijo que se la conoce con el gráfico nombre de "el velo de la novia". No podíamos añadir más al espectáculo solo quedarnos con la boca abierta.



En Seixal se establecieron los primeros colonos en 1567.Dadas las tremendas dificultades para llegar hasta aquí por tierra debido a los precipicios y los bosques impenetrables lo natural fue la vía marítima. Esto hizo que estuviera básicamente aislada durante mucho tiempo viviendo de la agricultura y la rica pesca de sus aguas. Hoy mientras continúan con un modo de vida muy similar les acompañamos bebiendo una poncha (bebida local de caña, zumo de limón y miel).

Si seguimos nuestro viaje pasamos por Ribeira da Janela que debe su nombre a un pequeño promontorio junto a la costa en el que se puede observar un agujero o ventana (janela en español lo traduciríamos por ventana).

Llegaba la hora de comer y tocaba hacer una parada más duradera en Porto Moniz en el extremo noroeste de la isla. Nuestro guía-chófer ya había avisado del tema de la celiaquía y, como en otros sitios, adaptaron los platos del menú a nuestra dieta. Al ser una excursión concertada teníamos los platos ya prefijados, pero no hubo problema para cambiar ingredientes.





Tras un descanso y un paseo por la localidad que evidenciaba su pasado volcánico seguíamos ruta subiendo desde la costa por una muy empinada carretera para, en cuestión de pocos minutos, encontrarnos por encima de los mil metros de altitud. Otro día cualquiera podríamos haber disfrutado de unas vistas espectaculares, pero en esta ocasión la niebla nos cambió el paisaje a unos pocos metros entre los que se vislumbraban vacas, pastos y algunas casas escondidas entre árboles.

Cuando salimos de la niebla, poco más arriba, antes de llegar en la zona denominada Paúl da Serra (todo un altiplano a 1400m de altura) nos aguardaba una panorámica digna del poderío de las fuerzas de la naturaleza que se multiplicó poco después en el llamado Lombo do Mouro. El descenso a hasta Serra de Água (en el centro de la isla) fue memorable por las vistas, los precipicios y los juegos de luces y sombras que nos iba anunciando el atardecer. Al poco de pasar Lombo do Mouro la carretera tan solo delimitada por unas pequeñas piedras se asomaba a unas verticales que nos inclinaban inconscientemente hacia el lado contrario, hacia el refugio de nuestro camino. Desde luego, el que tenga vértigo, no puede evitar volver la vista.





Llegando a Serra de Água paramos en una cafetería a pie de ruta, en lo que se llama Pousada dos Vinháticos (ya a unos 800 metros de altitud), desde donde podíamos cambiar la perspectiva y ver todo lo que era el descenso que habíamos hecho ¡¡impresionante!!.





Nuestro amigo Gaspar nos invitó a intentar llegar a Cabo Girao para tener una de las perspectivas más fantásticas. Se trata del promontorio más alto de Europa con una altura de 580 metros y segundo del mundo (solo superado por uno que hay en Indonesia de 720 metros). Bajo nuestros pies se ven las fajas (terrazas) que excavaron los primeros colonos para cultivar sus huertos construyendo caminos y túneles de tránsito para nosotros imposible. Lástima que las condiciones de luz que había no nos dejaran hacer justicia con una buena fotografía, pero nuestra retina sí fijó el instante. Remedio al desaguisado es la foto del cabo desde Cámara de Lobos que hicimos por la mañana.





La visita a Madeira llegaba a su fin y todo un cúmulo de sensaciones invadían nuestra mente. La agradable sorpresa de esta isla nos dejaba meditabundos y se merecía un balance muy, muy positivo.
Entre comentarios y planificación del día siguiente de salida, acudimos a un centro comercial que había cerca del hotel y optamos por comer en un restaurante, tipo argentino, en el que nos pusieron toda una variedad de distintos tipos de carne (ternera, cerdo, pollo) ensartada, tipo kebab, y de la que nos iban sirviendo, cada cierto tiempo, hasta que dijimos basta. El cuerpo también agradeció el reposo del viajero.

viernes, 4 de julio de 2008

Madeira (II)

Teniendo en cuenta la intensa jornada del día anterior decidimos concedernos una más relajada. Hoy visitaríamos la capital, Funchal.

Pero para eso hay que coger fuerzas sin gluten y el comedor del hotel nos ofreció magdalenas, pan tostado, cereales, en fin , toda una gama de productos de Schär, Nesquik (un bote a estrenar) y había opciones para completar el desayuno con el buffet que había para todo el mundo (frutas, queso, bacon, huevos...), exceptuando las salchichas y salamis de los que no nos podían asegurar ausencia de gluten. La nota singular fue que añadieron al lote que nos ofrecieron leche de soja como parte de la dieta sin gluten !?
Una vez preparados y con energía comenzaba la visita. Para ello, utilizamos los autobuses urbanos que nos acercaron al centro.



El nombre de esta ciudad procede de una planta abundante cuando llegaron los primeros colonos a la isla: hinojo, que en portugués es funcho.Está rodeada de verdes montañas que forman, en suave pendiente, un anfiteatro natural en el que se ha ido desarrollando y "trepando", poco a poco, la capital.
Por el lado del mar tenemos un puerto con calado suficiente para que hagan escala los cruceros, que ya tienen parada clásica, porque es muy conocido su espectacular recibimiento de fin de año con un, según cuentan, impresionante castillo de fuegos artificiales, a lo largo y ancho de todo el casco urbano y que se pueden contemplar desde el mismo barco.



Podemos visitar la Sé o Catedral de Funchal, mandada construir por Manuel I de Portugal a finales del siglo XV, con el típico estilo manuelino,el Museo de Arte Sacro de Funchal ubicado en el que era el Palacio Arzobispal(finales del XVI y reconstruído, tras un terremoto, en el s.XVIII), la iglesia de San Juan Evangelista (s.XVII) o el Palacio de San Lorenzo (comprende la Fortaleza-s.XVI- y el palacio de finales del s.XVIII).
La Avenida de la Marina con restaurantes y bares, muy animada tanto de día como de noche, y que da servicio tanto a turistas como a barcos que hacen escala en Madeira en su travesía entre Europa y América, podríamos considerarla el centro de operaciones para acercarnos a cualquiera de los anteriores monumentos (de hecho algunos están en la misma avenida). Otro lugar para conocer es el "Mercado dos Lavradores" todo un colorido mundo de flores, frutas, verduras y pescado.

Habíamos visto en el plano de Funchal que desde la zona del puerto subía un teleférico hasta el barrio llamado Monte y decidimos probar. La mañana se nos iba rápido y había que aprovecharla. El espectáculo que nos brindó, y las experiencias que vinieron después, nos convencieron de que habíamos acertado al elegirlo. La gran diferencia de altitudes nos elevó enseguida por encima de los tejados y los barrancos, que son norma en la isla, subíamos hasta mitad del "anfiteatro".



Según la documentación que habíamos conseguido, en este barrio era todo un clásico que, partiendo desde Nuestra Señora del Monte y bajando por calles de gran pendiente, ejercían (y siguen ejerciendo como atracción turística) su oficio los llamados "Carreiros". Su labor consiste en transportarnos en una especie de "trineo" de mimbre,con su asiento y respaldo tapizados, que tiene dos listones de madera en lugar de esquíes y que ellos dirigen con cuerdas y subidos a una plataforma desde detrás del "trineo". Manejando cuerdas y compensando curvas con sus cuerpos hacia un lado u otro nos deslizamos pendiente abajo con la particularidad de no llevar protección delantera...¡¡muy divertido!!





Después de esta aventura volvimos hacia el teleférico, pero con la intención de coger otro muy cercano que nos bajaba hasta el jardín botánico. Suspendidos en medio del barranco podíamos ver, bajo nuestros pies, como bajaba el riachuelo formando pequeñas cascadas en medio del verdor que nos rodeaba. Una vez en el jardín pudimos contemplar unas bonitas vistas de Funchal.





Se hizo muy tarde y las alarmas del hambre nos mandaron de vuelta al centro de Funchal (haciendo el recorrido inverso). Aunque habíamos parado a tomar unos refrescos y dar buena cuenta de algunos aperitivos sin gluten, que siempre llevamos para estos casos, no tardamos en "caer" sobre un restaurante que había cercano a la base del teleférico. De nuevo recurrimos a las buenas costumbres y comer lo mejor que saben hacer aquí: el pescado grelhado (plancha) acompañado de verduras o con arroz.

Tras un descanso alargado por el cansancio nos dispusimos a coger un autobús que hacía un recorrido por el centro urbano de la ciudad y que nos daría una idea de su pasado histórico.
Fuimos a la parada desde la que se inicia la visita junto al puerto en la zona llamada la Marina y, mediante información grabada que nos proporcionaban con auriculares, pudimos seguir las explicaciones de monumentos e historias de la ciudad. A medida que iba transcurriendo el itinerario fue anocheciendo y, poco a poco, pudimos hacernos una idea, además de las anécdotas del desarrollo de Funchal y con ellos de la isla, de lo que significaban los preparativos para la Navidad (fuimos en diciembre).



Era la hora de regresar al Hotel y disfrutar de un merecido descanso. Los niños se apuntaron a un baño en la pequeña piscina y un ratito en el jacuzzi antes de la cena.
La hicimos en plan picnic en la habitación (el hotel tiene habitaciones con cocina americana). En un supermercado del centro habíamos comprado lo necesario para preparar bocacillos y ensaladas (y nosotros habíamos llevado,como no, pan para casos como este, naturalmente, sin gluten).