Si miramos hacia el oeste desde la península Ibérica parece que lo único que hay es océano y más océano hasta llegar a las islas Azores. Sin embargo, no es así. Trazando un triángulo imaginario entre estas, Lisboa y las islas Canarias podremos encontrar aproximadamente en el centro sur de esa zona un pequeño conjunto de islas que se conocen por el nombre de la principal: Región Autonómica de Madeira (Portugal).
Son islas descubiertas a raíz de los viajes de exploración y colonización iniciados por los portugueses a finales del siglo XIV y en el XV. Las dos islas principales son Madeira (que les da el nombre) y Porto Santo a la que llegaron en primer lugar(1418).Al año siguiente zarparon hacia la isla mayor donde establecieron capitanía en Machico (al sureste de la isla) y después fundaron Funchal (centro sur), la capital, en 1425.
El archipiélago lo completan,deshabitadas, las Ilhas Desertas e Ilhas Selvagens.La ausencia de agua y tan solo el empeño de algunos matorrales por colonizar estas últimas son el motivo de la ausencia de población en estos pequeños "desiertos".
Hace unos años, la isla principal, era más conocida por los problemas de aterrizaje en su, entonces, complicada pista de aterrizaje (solo para comandantes muy experimentados, dadas sus limitaciones) que por sus muchas virtudes. Ahora es un destino más fácilmente accesible para la aviación por las inversiones de la Comunidad Europea en sus infraestructuras. Este dinero ha permitido una considerable mejora en puertos, carreteras y, naturalmente, el aeropuerto.
En una primera aproximación, a nosotros, la vegetación y la orografía(volcánica) nos recuerda mucho a La Gomera (Canarias) con grandes barrancos y los típicos cactus. En ambos casos tenemos bosque de laurisilva, vestigio del otrora abundante bosque en grandes zonas de Europa, que desde el Terciario (período geológico comprendido entre hace unos 65 millones de años y 1,8 millones de años atrás) y tras las sucesivas glaciaciones del Cuaternario (desde hace 1,8 millones de años hasta hoy) redujeron esta masa verde a unas pocas islas.
A medida que fuimos conociéndola había una clara diferencia: aquí, en las zonas más altas, al no poder desarrollarse el bosque de laurisilva debido a temperaturas ya demasiado bajas, las plantas son escasas estando la vegetación exuberante por debajo, sin embargo, allá se desarrolla en las cimas de la isla (que es menos elevada), generando una importante humedad y formando el típico "sombrero" de nubes. En Madeira, como este tipo de bosque no se desarrolla por encima de unos 1100m de altitud, parece convertirse en un "donut" de nubes alrededor de las cimas.
Hay transición de vegetación a árboles y plantas más resistentes, pero no llegan a colonizar las partes con mayores elevaciones (como ocurre en Canarias). Aquí, como en las llamadas Islas Afortunadas, tenemos plantas endémicas (únicamente se encuentran en Madeira). Se cultivan plátano, chirimoya, papaya y, en general, frutas y cultivos subtropicales. Muy característicos son sus viñedos y todo ello plantado, dado el relieve de la isla, en estrechas terrazas (fajas) de tierra cultivada.
Tras descansar en el hotel, un primer contacto con el centro de Funchal: su puerto. Allí, según nos habían recomendado, fuímos a cenar a uno de los restaurantes que se llama "Mar Azul". Pudimos degustar mariscos, ensaladas, pescados grelhados (a la plancha).Incluso podías escoger el pescado o el marisco vivos que te apetecieran de un acuario que tenían expuesto en el comedor: al poco rato lo tenías en el plato. Todo ello aderezado por los comentarios de un experto camarero que te proponía distintos menús y, si colaba, hasta te vendía el bigote.
El grupo, los trece de tres generaciones, habíamos contratado, para el día siguiente, una excursión con chofer-guía. Gaspar, ese era el nombre de nuestro "cicerone", nos dejó encantados con su labor. Tanto por su faceta de conductor, como por su interés para explicar en un español impecable -aprendido con los turistas- todos los pormenores de las distintas rutas que hicimos.
La primera jornada la dedicamos a recorrer la parte centro y este de la isla.Pronto veríamos que era todo un reto para los automóviles (se recomienda coger coches con potencia de 2000cc o superior porque las pendientes no son precisamente despreciables).
Comenzamos, saliendo de Funchal, por visitar la localidad de Camacha. Aquí perdura la tradicional artesanía del mimbre, desarrollada como industria doméstica, en la que tanto artesanos como campesinos trabajan en pequeñas cooperativas.
Los bordados de Madeira llegaron a tener mucho prestigio en Europa y América por su exquisita factura y detalles, se hacen totalmente a mano.
Puestos en el tema de los productos típicos de la isla no podemos olvidar el famoso vino.Traídas las cepas por los colonos, comercializadas por los jesuítas y dadas a conocer al mundo, con un incremento considerable de la demanda, por los ingleses que, a partir del siglo XVIII, hacían escala en su ruta hacia las Indias.
Seguimos ruta para "coronar" en el Pico do Areeiro, el segundo más elevado con 1818m de altitud.En su parte más alta hay bar y restaurante para tomarse algo calentito porque la subida desde el nivel del mar hasta la cima nos trae consigo un cambio importante de temperatura, aunque tengamos un día despejado.Aquí podemos contemplar un paisaje espectacular con unos barrancos que quitan el hipo y desde donde parte un sendero que va recorriendo las crestas de las montañas hasta llegar a la más alta, el Pico Ruivo, con 1862m sobre el nivel del mar.
Hay muchas rutas de senderismo por toda la isla, lo que aquí se llaman levadas, para aquellos a los que les guste la marcha. Son canales para transportar el agua de las zonas oeste y noroeste hacia las más secas del sur (hay unos 2.200km de estos senderos formando toda una red de caminos por la isla).
Volvimos a la carretera principal y seguimos hacia Ribeiro Frío donde hicimos un alto para disfrutar del bosque de laurisilva y unas cristalinas aguas frescas. Hay un criadero de truchas de los más importantes de la isla, como curiosidad, y una pequeña capilla.
Continuamos la tortuosa carretera descendente hacia Faial. Por el camino, nos señala Gaspar, unas diminutas casitas que se observan sobre laderas muy empinadas. Nos cuenta que son para guardar la vaca, la economía familiar no daba para más, básica para obtener la leche y sus derivados en una vida de subsistencia precaria. La pobre vaca llega a la caseta de jovencita y se pasa toda la vida ahí metida. Ahora la economía de la isla, volcada en el turismo, va dejando esta vida, poco a poco, "aparcada".
Pasamos por Faial y, al poco de salir del pueblo, hicimos una breve parada para hacer una "fotostop", las vistas que dejábamos atrás momentáneamente, con su característica Peña del Águila, lo merecían.
Santana tiene la peculiaridad de tener un tipo de construcción del que quedan pocos ejemplos. Gaspar las compara a las clásicas barracas valencianas, al llegar no podemos estar más de acuerdo, aunque el entorno es muy distinto. Vemos algunas de camino en estado, aparentemente, penoso (los propietarios reciben una pequeña subvención para que las mantengan en pie como patrimonio de la isla). En el centro del pueblo han conservado algunas tal y como eran en sus gloriosos años. Aunque están preparadas para los turistas, uno se hace una ligera idea del día a día de sus inquilinos.
Después de una mañana muy bien aprovechada ya entonaban nuestros estómagos cánticos que era imposible ignorar. Era la hora de la comida.Volvimos hacia Faial donde nos esperaban parada y fonda. Afortunadamente, nuestro querido Gaspar, había informado sobre la celiaquía de Javier a primera hora de la mañana para que se le facilitara la posibilidad de cambiar los platos que nos correspondían por la excursión. Los menús que tenían preparados eran, básicamente, caldo verde o crema de verduras de primero y carne o pescado de segundo.Este día comió pescado grelhado(a la plancha), patatas cocidas y judias verdes. Era el único, por la dieta que debe llevar todo celíaco, que podía solicitar un menú distinto.
Una vez repuestos y reposados pudimos dar un ligero paseo alrededor del restaurante para contemplar, de nuevo, los barrancos y, hacia la costa, la ya mencionada y llamativa Peña del Águila...hasta que el guía nos indicó que había que continuar ruta.
Seguíamos ahora camino del sureste de Madeira para ello íbamos a coger la autopista que, pasando un túnel tras otro, abreviaría considerablemente nuestro camino hacia Machico y de ahí a la punta sureste de la isla.Antes la carretera discurre por todo un valle en el que junto al camino podemos encontrarnos papayas, laureles o chirimoyas.
Gaspar, evidente conocedor de la isla, nos llevó a un mirador sobre Machico desde el que había unas hermosas vistas del valle de esa ciudad, de la punta este de la isla y... de la pista de aterrizaje del aeropuerto (primera foto).
Coincidiendo con el atardecer llegamos a nuestra última parada del día: Punta de San Lorenzo. Toda una panorámica espectacular nos esperaba. Mirando en cualquier dirección el paisaje te cautivaba. Teníamos toda una perspectiva de la costa este, de parte de la costa sur y de las ilhas Desertas, incluso, si oteabas el horizonte hacia el noreste, se adivinaba Porto Santo. Era el mejor punto final para la que se nos antojaba larga y completa jornada.
Después de un día tan movidito decidimos reposar en el hotel y cenar en su restaurante. Las opciones que nos daba la carta para un menú sin gluten eran bastante reducidas, así que recurrimos al típico bistec con patatas y ensalada. Al servicio de cocina le pillamos a última hora, así que los platos que solicitamos, muchos de ellos del menú del día, llegaron a cuentagotas. Teniendo en cuenta sus precios, optamos por no repetir al día siguiente.
jueves, 26 de junio de 2008
Madeira (I)
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3 comentarios:
¡Magnífico relato!, estupendo viaje y maravillosas fotografías. La verdad es que no nos importaría ir dentro de esa maleta y poder compartir con vosotros estos lugares tan fantásticos.
Por cierto, la fotografía del cestero es de premio absoluto... ¡una maravilla!.
Un fuerte abrazo.
Ana y Víctor.
Espléndido reportaje con el que he disfrutado un montón.
Un abrazo.
Caminantes: Gracias, conocer Madeira ha sido toda una sorpresa, teniendo en cuenta lo poco que se sabe de ella, nos encantó el viaje.
Lo de la foto fue el clásico: estaba en el lugar idóneo en el momento oportuno.
Abrazos
Tawaki: Te agradezco el piropo y espero que sigas disfrutando con los siguientes capítulos.
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